lunes, 10 de noviembre de 2008

aunQue me dueLa

No puedes ocultar, que lloras tu por él.
Que te volvió a fallar, no vino otra vez.
Se nota en tu mirada, por dentro estás vacía,
No dejes que ese hombre arruine así tu vida.
Tú tienes que saber, que él juega con tu amor.
Tú tienes que entender, no es bueno para vos.
Él dice serte fiel, se burla yo lo sé.
Tú tienes que saber, que él tiene su mujer.
Y aunque te duela sólo eres para él,
una cualquiera que reemplaza en la cama a la mujer,
que está en su corazón.
Y aunque te duela sólo eres para él,
un pasatiempo, un juguete en su vida, una amante más,
que anda a escondidas.
No puedes ocultar que ya no aguantas más,
las ganas de volver a encontrarte con él.
Y ahora que sabes bien, sólo te quedará,
llegar a conquistar, a ese hombre con placer.

120 horas más.

Que los ruidos te perforen los dientes,
como una lima de dentista,
y la memoria se te llene de herrumbre,
de olores descompuestos y de palabras rotas.
Que te crezca, en cada uno de los poros,
una pata de araña;
que sólo puedas alimentarte de barajas usadas
y que el sueño te reduzca, como una aplanadora,
al espesor de tu retrato.
Que al salir a la calle,
hasta los faroles te corran a patadas;
que un fanatismo irresistible te obligue
a prosternarteante los tachos de basura
y que todos los habitantes de la ciudad
te confundan con un madero.
Que cuando quieras decir: "Mi amor",
digas: "Pescado frito";
que tus manos intenten estrangularte a cada rato,
y que en vez de tirar el cigarrillo,
seas tú el que te arrojes en las salivaderas.
Que tu mujer te engañe hasta con los buzones;
que al acostarse junto a ti,
se metamorfosee en sanguijuela,
y que después de parir un cuervo,
alumbre una llave inglesa.
Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto,
para que los espejos, al mirarte,
se suiciden de repugnancia;
que tu único entretenimiento consista en instalarte
en la sala de espera de los dentistas,
disfrazado de cocodrilo,
y que te enamores, tan locamente,
de una caja de hierro,
que no puedas dejar,
ni por un solo instante,
de lamerle la cerradura.