domingo, 23 de noviembre de 2008

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Si de escribir se trata, puedo contarte con palabras en un papel el estado de mi mente y corazón, el amalgamamiento de ambos sentimientos totalmente contradictorios. Es una mezcla de alegría mental y dolor en el pecho, insatisfacción. Te convierte en un cuerpo inerte, te neutraliza las cargas, y te rodea de una total incertidumbre y una gran insatisfacción con uno mismo. Esa alegría momentánea de cuando te veo y estás conmigo y somos uno, que se agota y transforma esperando una respuesta, una señal que nunca llega y que sabés que no va a llegar, no querés perder las esperanzas, pero la mente toca la angustia y el corazón de ensombrece y endurece. La tristeza te abraza y la descepción te cobija. El impedimento de las lágrimas coronan al dolor en el pecho, que se vuelve a ir cuando me vuelvo a mentir, cuando vuelvo a caer (en vos) y me vuelvo a sentir ahogada en ese mar artificial que sólo vos me sabés crear. No es que quiera ahogarme, quiero que me enseñes a nadar en él.

Natilu.

Pero a los ciegos no le gustan los sordos, y un corazón no se endurece porque sí.